Para los que no habéis leído todavía mi novela, aquí os dejo el comienzo.
CAPÍTULO 1
El día había comenzado temprano. Las
primeras luces del alba se colaban por mi ventana, dándome una buena razón para
levantarme. Los primeros rayos de sol, mostraban un universo de acuarela que se
iba desplegando ante mis ojos. Allí, ante mí, se iba pintando un gigantesco
cuadro, reposadamente, con todos y cada uno de los detalles, para deleite de
mis pupilas, que se iban impregnando de color. El reloj apenas marcaba las seis
de la mañana y el día ya había merecido la pena. Me di una buena ducha para que
mi cuerpo no notara en exceso, las pocas horas de descanso de las que había
disfrutado. Durante la noche, se habían agolpado en mi cabeza demasiadas ideas,
demasiadas futuras y pasadas sensaciones. Me puse mi pantalón desmontable, una camisa de
manga corta, mis botas de montaña y una chaqueta que, me ayudaría a aliviar la
suave brisa de la mañana, pero sobre todo, me sería de gran utilidad más
entrado el día.
Volví a mirar por la cristalera para
cautivarme con los nuevos detalles del lienzo. Cuando mis ojos ya no podían
absorber más belleza, salí de la habitación de mi hotel. Era una de las ocho
que tenía el edificio. Un sitio realmente acogedor, muy familiar, lleno de
encantó. Un viejo inmueble conservado en perfecto estado, con las paredes interiores
pintadas de un color amarillo suave y el techo blanco con vigas de madera de
color marrón oscuro, atravesándolo. Todas las habitaciones estaban orientadas hacia
el mismo lado, sus ventanas de madera pintadas de color verde, llenas de
flores, daban al lago Hallstätter See, un sitio único para relajarse, descansar
y pensar.
Me dirigí hacia la cafetería que
estaba en la planta baja y me tomé un café bien cargado en la terraza de madera
que había sobre el lago. Miré como se reflejaban las dos montañas de enfrente
en el agua como si fuera un espejo de grandes dimensiones. La pintura ya estaba
terminada y yo aparecía en ella. Mientras miraba la tranquilidad que había en aquél
agua totalmente cristalina, me fijé en una pareja de cisnes que cruzaban
tranquilamente el lago, embrujados por el silencio y la tranquilidad, viviendo ese momento de paz que les regalaba la
naturaleza. Entonces, contagiada por la calma que allí se podía respirar, cerré
los ojos y respiré tranquila y profundamente, como intentando absorber todo el
olor de ese instante. Era una sensación de calma inigualable, tanto que parecía
que el tiempo se hubiera detenido.